sábado, 1 de junio de 2013

LA RESIGNIFICACIÓN DEL DOLOR Y LA DESTRUCCIÓN EN SADE.



La resignificación del dolor y la destrucción en Sade.

La figura del Marqués de  Sade está inevitablemente  asociada a la máxima transgresión y a una teoría de la absoluta flagelación, condiciones que permiten configurar el discurso sadeano como mostrativo de una particular forma de destrucción. Podríamos afirmar que Sade es el síntoma de un curioso movimiento (apertura al deseo y la voluptuosidad) que se produce en el deslinde de una sociedad dominada por la representación, el pensamiento científico y el cálculo matemático.1 La apuesta de Sade por la algolagnia 2, es decir el placer sexual a través del dolor, determina la discursividad sadeana como una suerte de respuesta de una subjetividad que no puede representarse o reconocerse en la estreches de la preeminencia del pensamiento calculante del siglo XVIII.

Frente al poder ilimitado del antiguo régimen, Sade responde con una concepción del sexo que no tiene límites, la desmesura de los sentidos  y la sensibilidad que acontecen en tal situación, ponen al cuerpo como accionante de una praxis liberadora. Sin embargo, tal libertad no es gratuita, ya que es a través del dolor que el cuerpo se hace lenguaje. El dolor sadeano presenta una estructura bimembre: es al mismo tiempo hambre y comida.  El dolor adquiere en Sade un estatuto ontológico, ya que el dolor es un símil de la verdad, cuerpo y verdad son elementos constitutivos del corpus sadeano, aquí el cuerpo es intrínsecamente pensante.

Sin duda, Sade se nos muestra como un rebelde, que en la perspectiva de Albert Camus,  habría que calificar  de rebelde metafísico 3, él niega a Dios en nombre de la naturaleza, de ahí que su figura representa la negación más extrema. Popularmente el nombre del Marqués está asociado a la crueldad, el azotamiento, sangre, tortura y al asesinato.4 Sin embargo, desde la perspectiva de Camus, Sade es más bien un criminal lógico, es decir corresponde a un criminal que planifica, calcula, e instala un objetivo final para sus acciones. Tal presupuesto, se opone al crimen pasional, que se produce por azar  o en el frenesí de la pasión. 5  Para el creador de la Peste, está tendencia hacia crimen en el ser humano, es resultado de una constante negación a ser lo que es, tal situación lo lleva a la destruccion de sí y de los otros.  Para Camus, el gesto rebelde  se da necesariamente antes o después del tiempo sagrado, de ahí que nos encontramos con la escritura sadeana en pleno proceso de la Revolución Francesa, en una sociedad que ha dejado de ser teocéntrica.             

El erotismo sadeano es ostensiblemente anal, excrementicio y sangriento. Esta fascinación por los excrementos, se enmarca en el proyecto sadeano de alcanzar el ángulo máximo de la transgresión, de ahí  la preferencia del Marqués por el coito anal, y las prácticas sodomitas, que constituyen para esa época una apología de la  transgresión. A lo anterior, Sade relaciona la orgía alimentaria con la orgía erótica. Así, tragar esperma, comer excrementos, o la gula extrema se concibe  como una coaptación sin límites del objeto, a través de tales prácticas, Sade rompe la sociedad cerrada que representa el antiguo  régimen.

Ahora bien, esta crítica que realiza Sade a la rígida y degradada sociedad estamental,  se produce como una operación en el interior mismo del lenguaje. Partiendo del hecho indiscutible  que la literatura no sólo es una superficie semántica que emerge  en determinado contexto histórico, sino una compleja trama de signos con profundidades y desniveles que se repliegan en el interior de un campo discursivo. De ahí que la importancia de Sade en cuanto a su potencialidad de desmontaje de la referencialidad representacional de los marcos culturales del siglo XVIII. Sade viene a constituir el momento de emergencia de la transgresión, acción que hace posible que su obra se manifieste como un habla de la transgresión.6 En este sentido, la literatura de Sade es un punto de inflexión en cuanto a la constitución de los recursos significantes con respecto al espacio literario. En Sade las palabras adquieren autonomía, ya no se acoplan a un sentido de idealidad, por el contrario, la literatura de Sade es  pura materia, significantes que coexisten, delimitan, relacionan, recortan, etc.,  la desmesura del deseo.

En este contexto, Sade tuvo la pretensión de ser la  borradura de toda la literatura, filosofía, y de todo lenguaje que pudo serle anterior, es un habla de la transgresión, que se constituye como un umbral de positividad de una forma de literatura que apela a otra subjetividad, pero esta no es la subjetividad cartesiana, desglosada en cuerpo material, y pensamiento inmaterial. Por el contrario, el sujeto Sadeano está ensimismado por la  voluptuosidad, y en este exceso de voluptuosidad la razón queda afuera.  El exceso de voluptuosidad se transforma en una búsqueda frenética del placer, y es precisamente en el cuerpo atormentado y flagelado donde  se alcanza el clímax.  En esta escenografía del horror, pareciera que Sade intenta mostrar la permanente ligazón entre  vida y destrucción, relación  atrofiada por los mecanismos de control y disciplinamiento de  la sociedad técnico- científica del siglo XVIII.

Sade parece querer constituir un nuevo espacio para la tragedia, y donde el sufrimiento pretende trascender el cuerpo, el espíritu y el alma.  Para el escritor de la desmesura, el cuerpo es siempre el sitio de un habla, y al parecer, redescubrir esta potencialidad discursiva de lo somático es  parte del proyecto sadeano. De ahí que en la acción de la  tortura, la víctima es todo cuerpo. De esta forma, en el crimen se reafirma cierta  individualidad, y en donde, se es sujeto en la medida que el asesinato y la sevicia  reafirman la soberanía de un individuo en la reafirmación de la pura negación. La subjetividad sadeana se constituye en el acto de infligir dolor, en tanto, el dolor es la vida misma.  En esta plano, Sade no hace más que recordarles a sus contemporáneos la potencialidad destructiva de la vida, sin embargo, a éste le seduce ese ámbito de potencialidad de destrucción, ya que en esta acción, se despliegan posibilidades ilimitadas de placer y control.    

La figura de Sade se desarrolla como una naturaleza intensificada, en éste el sexo se despliega como un espacio ilimitado, que como el poder ilimitado del antiguo régimen no reconoce fronteras ni limitaciones de ningún tipo. Foucaultianamente Sade es un monstruo humano7, ya que su ámbito de excepcionalidad, se da en la violación de las leyes de la naturaleza y la sociedad. De ahí que la noción de monstruo que esboza  Foucault es esencialmente jurídica, en el sentido amplio del concepto: “el campo de aparición del monstruo, por lo tanto, es un dominio al que puede calificarse de jurídico biológico. Por otra parte, el monstruo aparece en este espacio como un fenómeno a la vez extremo y extremadamente raro. Es el límite, el punto de derrumbe de la ley y, al mismo tiempo, la excepción que sólo se encuentra, precisamente, en casos extremsos”8. En esta plano, el monstruo  es la infracción llevado a su punto máximo o el clímax de la contranaturaleza.   

El monstruo de Sade no sólo es una naturaleza intensificada, sino que también en él se manifiestan ciertos  dispositivos de poder que  colocan a la naturaleza  contra sí misma: de ahí que la autodestrucción de la naturaleza sea el tema fundamental en Sade. En cierta forma, el divino marqués  ilustra una suerte de cartografía de todas las posibilidades y dimensiones de la actividad sexual, donde las personas sólo son elementos o fichas que conforman la visibilidad de estos cálculos. Tal acción  se puede resumirse con los apelativos de “sexualidad de la cifra” o “racionalismo morboso. Bajo estos presupuestos, sus personajes se despliegan como elementos sintagmáticos, son parte de una trama, necesaria para la emergencia de un  lenguaje anónimo. Lenguaje de la sin razón, la locura, que intenta introducir la desmesura del deseo en un mundo dominado por el orden y la clasificación.

En esta perspectiva, una forma de entender el discurso sadeano es a  partir de la lectura que hace Pasolini del divino Marqués, este último, ve en la obra de Sade la oportunidad de representar el horror, y lo límites del poder legal. A través de proyectar su interés por Sade, Pasolini logra articular un film que narra la destrucción que ocurre en un hipotético estado totalitario, que coincide con el auge del fascismo en Europa. El film se basará en "Los 120 días de Sodoma”, y llevará por nombre Sàlo o los 120 días de Sodoma. Así, protagonistas de Sàlo serán cuatro señores libertinos que basarán sus acciones en la vejación, la humillación y el crimen de un grupo de jóvenes, esquema que se apega a la estructura sadeana de la novela.

En este contexto, Pasolini instala un análisis del funcionamiento del poder en la modernidad, y por tanto, Sàlo también refleja la gubernamentalidad que se desglosa de los gobiernos totalitarios del siglo XX. De ahí que  los cuatro señores libertinos representan las instituciones de poder típicas del siglo XVIII y su poder en aquella sociedad estamental. Materializan tal proceso la figura del  Duque, el Obispo, el Magistrado y el Banquero. Estos últimos se encargarán de provocar los más terribles tormentos a sus víctimas, sufrimientos ligados estrechamente a la coprofagia y la sodomía. Los cuerpos de las víctimas son usados en reiteradas veces por los libertinos, y también por jóvenes carceleros. El cuerpo se constituye como un objeto a desechar después de su manipulación y consumo. El sexo pierde su condición de comunión con un otro, y se transforma en una suerte cosificación de la alteridad. De esta forma, el Sade de Pasolini presenta los modernos espacios de reclusión política, en donde el aislamiento, la soledad y la condición de no lugar, serán sus características esenciales:" En Sade crea lugares cerrados, castillos con siete recintos donde es imposible evadirse, y en los que la sociedad del deseo y el crimen funcionan sin tropiezos, según un reglamento implacable”9.  Tal  situación se puede ejemplificar a partir  del siguiente esquema:








 En tal espacio de reclusión, las víctimas no hablan, están fuera de la historia, y el único lenguaje que les queda son las cicatrices de sus cuerpos. Tal espacio de reclusión  parece anunciar la excepcionalidad  de los estados totalitarios modernos, o ciertos tipos de democracias que basan su permanencia en las leyes de excepción.  Sin duda, el rendimiento estético de tales espacios, se basan en el goce que provoca el espectáculo de la desdicha de los otros. Es precisamente en esta problemática que redice el rendimiento  discursivo de Sade, suerte de placer negativo que en idioma alemán se designa con la palabra " Schadenfreude" , palabra que designa el sentimiento de alegría creado por el sufrimiento o la infelicidad del otro, se trataría más bien de un placer malicioso.10

La enunciación de la  " Schadenfreude"  que emerge con el discurso sadeano, permite configurar  el placer malicioso o goce negativo, como  una característica intrínseca de la modernidad,  de ahí la posibilidad de espectacularización de la destrucción por medio de los mass media y la industria de las comunicaciones; a través  de éstos la destrucción adquiere las características de acto deleitoso, en el cual la desdicha de los otros es también la reafirmación de la seguridad y la conservación de la vida frente al peligro.  En este contexto, la problemática de la  " Schadenfreude" es la reflexión que desarrolla Susan Sontag en "Ante el dolor de los demás"11,  texto en donde Sontag explora las representaciones de los desastres y las guerras documentadas  por los medios de información, problema que remite a la indiferencia que han generado el abirragamiento de las imágenes de destrucción.   

NOTAS
1 Castro, Eduardo. El vocabulario de Michel Foucault. Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires.2004., pág, 322. 

2  La algolagnia es un término procedente del griego antiguo, se compone de las palabras ἅλγος  (dolor) y λαγνεία (placer), y constituye dentro de la medicina el concepto para referirse a una clase de erotismo extremo y violento. Un ejemplo muy moderno de esta peculiar condición, se presenta en la película Crash (choque) de 1996,  la cinta calificada como un Thriller- erótico está basada en el libro de J.G. Ballard. La trama de la cinta gira en torno a un grupo de personas que tienen inclinaciones sexuales bastante particulares, estos últimos sienten una gran excitación sexual al presenciar o estar involucrados en accidentes automovilísticos, tal situación los lleva a desarrollar un verdadero fetichismo por las prótesis ortopédicas, las cicatrices y los fluidos del automóvil.    

3  Camus, Albert. El hombre rebelde. Alianza Editorial, S.A.,  Madrid.2007., pág .,  52.

4  Beauvoir, Simone de. ¿Hay que quemar a Sade? Ediciones Gallimard. Madrid.2000., pág., 48.

5  Op. Cit. Camus. Pág. 9.

6  Foucault, Michel. Del lenguaje y la literatura. Ediciones Paidós Ibérica, S.A.  Barcelona.1996.,  pág. 70.

7  Op. Cit. Castro, Eduardo., Pág.322.

8  Foucault, Michel. Los anormales. Fondo de Cultura Económica. México. 2006., pág., 61. 

9  Op. Cit. Camus. Pág. 57.

10 Gorer, Geoffrey. Vida e ideas del Marqués de Sade. Editorial la Pleyade. Buenos Aires. 1969., pág., 220.

11  Sontag, Susan. Ante el dolor de los demás. Editorial Alfaguara. Buenos Aires. 2003.






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